domingo, 12 de septiembre de 2010

El Cid falsificado XIII: la conquista de Valencia (1)

A comienzos de noviembre de 1092 el Campeador llega al fin a Cebolla, que era el tradicional punto de partida de todos los asaltos a Valencia. Allí se habían refugiado los partidarios del difunto Al-Qadir y del Cid, pero a la llegada de este, su alcaide no estimó conveniente franquearle la fortaleza, posiblemente por temor a las represalias almorávides; sin embargo, sus partidarios salieron al encuentro del castellano, que acampó a las puertas del castillo e inició su asedio.

Rodrigo Díaz había perdido el protectorado levantino y las tasas que recaudaba, con lo que su primera acción fue reclamar al gobernador o cadí de Valencia Ibn Yahhaf (quien regía la ciudad teóricamente en nombre del emir almorávide Yusuf ibn Tashufin) los víveres que tenía almacenados fruto del anterior dominio cidiano, pero el cadí se negó a entregárselos. Entonces exigió a las poblaciones de la zona que le fueran entregadas provisiones para mantener a su mesnada, a lo que accedieron todos temiendo la fuerza bélica del Cid, excepto el alcaide de Murviedro Ibn Luppon, quien estaba aliado con Ibn Razín de Albarracín, que a su vez permitió a Rodrigo Díaz establecer allí un mercado donde abastecerse y vender el botín de sus saqueos.

El siguiente paso del Campeador fue organizar razias por los alrededores de Valencia, vitales para la manutención de su ejército, en las que respetaba las cosechas pero rapiñaba ganados, monturas, objetos de valor y capturaba prisioneros que luego vendía como esclavos, como un noble de Alcalá de Chivert (torturado por el Cid según fuentes árabes) por cuyo rescate cobró una gran suma de dinero y las casas de Ayaya de la ciudad en caso de que el Campeador la lograra conquistar. Con ello además amedrentaba a la población y hacía sentir su autoridad, a la que difícilmente podían oponerse los escasos 300 caballeros de que disponía el ejército valenciano de Ibn Yahhaf, contando con jinetes andalusíes y los escasos almorávides que, en teoría, habían tomado posesión del alcázar. En la práctica era Ibn Yahhaf quien tomaba las decisiones, aunque se mantenía viviendo en una residencia particular.

Formalmente Valencia era una posesión delegada perteneciente a Yusuf ibn Tasufin, pero en la práctica la situación era bastante compleja ya que diversos poderes pugnaban en ese momento por la rica Valencia. Además, Ibn Yahhaf sufría una fuerte oposición interna tanto por la incomodidad con que los militares almorávides aceptaban de mala gana su poderío efectivo, como por la actividad de las facciones nobiliarias disconformes, encabezadas por la familia de los Banu Wayib, que tenía numerosos partidarios y se apoyaba en la población proalmorávide.

Es en esta situación cuando el Campeador ofrece un pacto a Ibn Yahhaf por el que se compromente a ayudarle a proclamarse príncipe independiente de Valencia a cambio de que expulse al contingente armado almorávide y a los Banu Wayib. El cadí valenciano consultó con su prisionero Ibn Al-Farach, ex wazir del Cid y de Al-Qadir, que le animó a sellar ese acuerdo secreto asegurándole la lealtad del castellano.

De este modo Ibn Yahhaf comenzó a regatear las provisiones para los almorávides alegando que los suministros empezaban a escasear debido a las actividades predatorias del Cid, aunque el gobernador se conducía con todo lujo y escolta, y mantenía oculto el tesoro del ex rey Al-Qadir. Por otra parte, el caudillo de los almorávides de Murcia y Denia Ibn Aisa le reclamaba igualmente las riquezas del extinto rey taifa para presuntamente enviarlas al emperador Ibn Tashufin. Con este montante le prometía que el emir norteafricano reuniría un ejército de socorro que pudiera expulsar de Valencia al Campeador. El gobernador decidió enviar a ibn Aisa solo una parte del tesoro real con dos miembros de la familia de Wayib y el antiguo alguacil y amigo del Cid Ibn Al-Farach que, fruto del tratado establecido con el adalid cristiano, fue liberado. Fue Al-Farach quien se las ingenió para hacer llegar a Rodrigo Díaz la noticia de la expedición, que fue interceptada y requisada por este, aunque pronto advirtió por la escasa cuantía del mismo que no había sido más que un señuelo que Ibn Yahhaf había egresado para ganar tiempo.

Al cabo de ocho meses de asedio de Cebolla el Cid consiguió hacerse con esta importante cabeza de puente en verano de 1093 y continuar con la estrategia que le había de llevar a la conquista definitiva de la feraz capital levantina.