miércoles, 31 de marzo de 2010

Un símbolo heráldico del Reino de Aragón

Hacia 1450 comenzaba a formarse una conciencia territorial estatal de los reinos medievales hispánicos, favorecida por la existencia de instituciones que ya no representaban solo a su rey, ni emanaban únicamente de su autoridad, sino que se constituían como poder independiente y simbólico. Aragón, mediado el siglo XV, lo hacía impulsado por su Generalidad, nombre por antonomasia de la Diputación del General.

Para las Casas del Reino, el Palacio hoy desaparecido sede de esta institución, se esculpía en ese momento esta labra heráldica, compendio emblemático de la nueva concepción política. Estaba formada por tres escudos de armas.

El del centro, el Señal Real, situado más alto, simbolizaba al rey de Aragón y era expresión de su dignidad, es decir, de la autoridad Real que ejercía y del título que ostentaba. Por ello el escudo está timbrado de corona real abierta, la de los reyes de mayor antigüedad y prosapia medieval. También representaba a su familia, su linaje, su apellido, su patrimonio, o lo que es lo mismo, su Casa, desde la segunda mitad del siglo XII: la de los Aragón.

A ambos lados aparecen los emblemas que aludían al reino de modo privativo. La Cruz de Alcoraz (cruz de San Jorge con cuatro cabezas de moro en sus cuarteles) se encuentra a la derecha. Data de 1281 y fue creado por Pedro III de Aragón, llamado "el Grande" (cuyo reposo ha sido recientemente perturbado), que arrebató Sicilia a la francesa Casa de Anjou, y en origen remitía al espíritu cruzado. Este símbolo se había asociado legendariamente desde la segunda mitad del siglo XIV a la toma de Huesca, de ahí el nombre popular de "Alcoraz"; y también a las victorias de Alfonso I el Batallador sobre incontables reyes moros (que en realidad fueron algunos caudillos almorávides), de los que dio cuenta hacia 1370 la Crónica de San Juan de la Peña en aragonés:
... fueron a Granada et, talando et destruyendo, depués cercó Cordova; y el rey sennor de todos los reyes moros d'Espanna con todo su poder ixió a dar batalla en el lugar que yes dito Azinçol et fueron vencidos los moros, et fue ý el rey de Córdova et morieron grandes gentes de moros que no ý havía conta.
... fueron a Granada y, saqueando y destruyendo, sitió luego Córdoba; y el rey soberano sobre todos los reyes moros de España salió con toda su fuerza a presentarle batalla en el lugar llamado Azinzol y fueron vencidos los moros, y allí fue el rey de Córdoba y murió tan gran cantidad de moros que no se podía contar.
Sin embargo, ni en tiempos de la batalla por Huesca ni en los de la campaña del Batallador por Andalucía hubo en la Península Ibérica blasones heráldicos.

El otro emblema del reino, el de la izquierda según el espectador, es el llamado de Íñigo Arista. También de creación tardía, pues fue una invención de Pedro IV de Aragón, llamado por su prurito de mostrar y recrear la simbología y protocolo regios "el Ceremonioso". Este rey creyó que los antiguos reyes de Aragón, anteriores a la unión dinástica por la que se unieron a los condes de Barcelona creando la Corona de Aragón, habían usado como señal este escudo, sin duda al observar que las firmas (signum regis) tanto de Ramiro I como de Pedro I de Aragón y Alfonso I el Batallador eran una cruz, que el quiso ver patada con la arista que remitía al origen de la estirpe: los soberanos de Pamplona descendientes de Íñigo o Enneco Arista. De nuevo una interpretación fabulosa en un siglo XIV propicio a estas fantasías literarias, aunque todavía haya gente que crea que ese fue el emblema heráldico de los antiguos reyes de Aragón.

Y llegamos a la imagen de cabecera, la composición armera de 1450 del Palacio de la Generalidad de Aragón, donde los tres escudos se combinan (en el centro el del rey, a los costados los que representan a su reino, siervo fiel del monarca) sostenidos por ángeles tenentes custodios, que velan por rey y reino intercediendo entre lo terrenal y lo divino.

Esta conjunción acabaría reuniéndose en un escudo, pero alterando el orden cronológico (en un escudo los cuartos o cuarteles en que se divide se leen por orden de importancia de arriba a abajo y de izquierda a derecha del espectador) e incorporando en su lugar más destacado (el cuartel del jefe) un nuevo blasón que nacería en 1499, el que figura el árbol de Sobrarbe, para cuya interpretación se hizo alarde de imaginativa: representaba al mítico reino de Sobrarbe, anterior al de Aragón y directamente conectado con los últimos godos, paralelamente a la historia de don Pelayo, pero a lo altoaragonés. En los imponentes paisajes de montañas y valles donde se encuentra el actual Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, soñaron el legendario reino en el que antes fueron leyes que reyes. La encina señalaría el lugar donde unos cuantos resistentes frente al agareno estaban cercados cuando, de su copa, brotó una cruz de fuego indicando a la hueste que acudía al rescate el camino. Sobrarbe sería sobre el árbol, y de este mote surgiría la divisa parlante. Reunidos todos por primera vez en la portada de la Crónica de Aragón de Fabricio Vagad, incunable impreso en Zaragoza por Pablo Hurus, se convertiría en el escudo oficial del Aragón de la democracia.

viernes, 19 de marzo de 2010

Lazarillo y Propalladia: dos textos castigados

Los titulares de los periódicos tienen por objeto vender. Es raro que se dé una noticia de alcance sobre literatura, más si se trata del "descubrimiento" del autor del Lazarillo de Tormes. Pero si no hay noticia, no hay problema, se inventa.

Recientemente la historiadora Mercedes Agulló ha publicado un libro en el que propone atribuir la autoría de la obra precursora de la novela picaresca a Diego Hurtado de Mendoza, al elaborar «una hipótesis seria sobre la autoría del Lazarillo, que [...] apunta sólidamente en la dirección de don Diego». Lo mismo que podría decirse de las teorías que defienden que el Lazarillo lo escribió Fray Juan de Ortega, Juan de Valdés, su hermano Alfonso de Valdés (este último postulado insistentemente desde 2002 por Rosa Navarro Durán), Sebastián de Horozco, El Comendador Griego, Juan Maldonado, Alejo de Venegas, Gonzalo Pérez ... y no hago una relación exhaustiva. Por cierto, que la atribución a Diego Hurtado de Mendoza no es nueva. Ya a comienzos del siglo XVII aparecía el poeta y diplomático como autor de la obra en catálogos de todo el mundo y hasta el siglo XX era habitual darle la paternidad de la historia de Lázaro de Tormes.

Por mucho que los periodistas la han instigado (y aun hostigado) a que diera un titular sensacionalista, la experta en diplomática (ciencia que se ocupa de los documentos antiguos), no se dejaba atrapar, ni daba nada por definitivo, ni refutaba absolutamente nada, según enérgicamente decía, pese a sus provectos 84 años, ante el acoso del periodismo amarillento.

Su monografía se titula A vueltas con el autor del Lazarillo. Es muy cauteloso este epígrafe. De tener la señora Agulló completa constancia de un descubrimiento, creo que habría titulado de otro modo. En todo caso la "prueba" documental consiste en la frase "vn legajo de correçiones hechas para la ynpression de Lazarillo y Propaladia" encontrada entre los papeles que pertenecieron a Diego Hurtado de Mendoza y que aparecieron en el inventario del cosmógrafo y cronista de Felipe II Juan López de Velasco.

Pero lo que me resulta muy significativo es que Juan López de Velasco, administrador de Diego Hurtado de Mendoza, fue el encargado de corregir, es decir, de censurar (castigar se decía entonces), por orden del Tribunal del Santo Oficio, tanto el Lazarillo como la Propalladia de Bartolomé Torres Naharro, y de publicar en 1573 estas ediciones enmendadas.

Así pues, las "correcciones para la impressión del Lazarillo y la Propalladia" deben ser las copias de trabajo que utilizaron Juan López de Velasco o Diego Hurtado de Mendoza, quizá el verdadero factor de la labor de expurgo, para dar a la imprenta la versión castigada de la Propalladia, escrita por Torres Naharro, y del Lazarillo, que aún no sabemos quién escribió.

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Actualización. En Madrid, en 1573 y a cargo del impresor Pierres Cosin, se publicó a nombre de Juan López de Velasco (como editor literario) la edición titulada Propaladia de Bartolomé de Torres Naharro, y Lazarillo de Tormes. Todo corregido y emendado por mandado del Consejo de la Santa y General Inquisición. Su "Aprobación" rezaba: "Por comisión y mandado de la Santa Inquisición corrigió Juan López de Velasco este tratado".
Así, la referencia documental encontrada por Agulló de una "impressión del Lazarillo y la Propalladia" parece aludir a esta edición conjunta castigada. La descripción bibliográfica analítica de esta edición es como sigue:

PROPALADIA | DE BARTOLOME | de Torres Naharro, | Y | LAZARILLO | de Tormes. | Todo corregido y emendado ,por mandado | del consejo de la santa , y general | Inquisicion. | [Marca de impresor, VINDEL, F., Escudos y Marcas, n.º 284*] | IMPRESSO CON LICEN | cia y priuilegio de su Magestad | para los reynos de Castilla | y Aragon. | En Madrid , por Pierres Cosin. | M. D. LXXIII.

*Francisco Vindel, Escudos y marcas de impresores y libreros de España durante los siglos XV a XIX (1485-1850); con 818 facs, Orbis, Barcelona, 1942, pág. 216.