Los almorávides iniciaron las hostilidades el 14 de octubre al término del Ramadán asolando diariamente y durante una semana campos, huertas y arrabales de la capital, apoyados por los arqueros.
Pero el rumor difundido por el Cid de que Alfonso VI llegaba, había mermado los efectivos mahometanos y causado desmoralización, lo que propició la ocasión de romper el cerco luchando en batalla campal tras concebir una brillante estrategia.
El 21 de octubre de 1094 el grueso de la hueste, con Rodrigo al frente, salió de noche por la puerta de Botella situada al sur de Valencia y rodeó el ejército enemigo hasta colocarse a la retaguardia de su campamento real, con la intención de hacerles creer, cuando fueran descubiertos, que habían llegado las fuerzas salvadoras de Alfonso VI.
Con las primeras luces del día un destacamento cristiano, que había quedado dentro de la ciudad, inició un ataque que simulaba uno de los habituales escarceos bélicos que procuraban aliviar el hambre y la sed padecidos por los sitiados. Pero se trataba de una maniobra de atracción similar al tornafuye, una táctica propia de la caballería ligera musulmana consistente en fingir retirarse para luego volver grupas y atacar decididamente y por sorpresa al enemigo.
Así, cuando las tropas almorávides vieron la salida del escuadrón cristiano, avanzaron para combatirlos, estirando peligrosamente la formación y alejándose de la retaguardia, donde estaba Muhammad ibn Tasufín protegido solo por la guardia real. Es en ese momento cuando el Campeador, que estaba emboscado, se lanzó enérgicamente contra el Real enemigo defendido solo por el cuerpo de guardia, que no pudo soportar el ataque de la numerosa caballería pesada cidiana, y huyeron en desbandada, sorprendidos por lo que quizá creyeran que era el ejército del rey Alfonso.
Mientras, el escuadrón cristiano aguantaba a duras penas el ataque de la vanguardia almorávide y sufrieron bastantes bajas, pero consiguieron ponerse a salvo en Valencia: la misión estaba cumplida y la derrota almorávide era total.
El Cid no se molestó en perseguir al fugitivo, pues habían desamparado el botín en el campamento, y la prioridad fue apropiarse de esta extraordinaria ganancia.
Alfonso VI fue derrotado tres veces en las importantes batallas de Sagrajas, Consuegra y Uclés. El hecho de que el Cid, con un número de tropas inferior y valiéndose de una exquisita estrategia, consiguiera vencer por vez primera (y casi única, pues solo Alfonso I de Aragón el Batallador en su expedición por Andalucía consiguió otra victoria de este calibre) a un ejército imperial almorávide, justifica que esta sea la mayor de las victorias de Rodrigo Díaz y que, pese a la cantidad de elementos ficticios que ha ido conformando la aureola legendaria del Cid hasta convertirlo en una figura mítica, tuviera ganado ya en vida el apelativo de Campeador y una fama perdurable.
Ajuar conquistado, pasa al siguiente nivel.
ResponderEliminarGracias, compa.
Llegamos al nivel máximo. Gracias por leerme, colega.
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