A comienzos de 1097 el Reino de Aragón poseía varias tenencias en la Costa del Azahar de la actual provincia de Castellón: Montornés (cerca de Benicasim), Culla, Oropesa del Mar o Castellón de la Plana, entre otras. Estos dominios aragoneses suponían una confluencia de intereses con los del Cid, que enseñoreaba en el Levante, y los dos soberanos perseguían la consolidación de la posesión de estos enclaves, ante la fragmentación política que había experimentado la zona en los últimos años.
La fortaleza de Peña Cadiella estaba necesitada de provisiones y con el fin de abastecerla, los ejércitos del Campeador y de Pedro I de Aragón, iniciaron la arriesgada expedición hacia el sur.
Desde Denia y Játiva los musulmanes seguían los movimientos de la hueste cristiana, que atravesaba la ruta que entre estos promontorios discurría. Muhammad ibn Ibrahim ibn Tasufín, el adalid derrotado en Cuarte, amenazaba desde la que sería cuna de los Borja. Las tropas cristianas alcanzan el imponente castillo, y allí planean el regreso que, para evitar los peligros de volver a atravesar el valle interior, donde sin duda habrían tomado posiciones las fuerzas almorávides con el fin de lanzarse sobre el enemigo, deciden emprender el viaje de vuelta por la costa a través de la huerta de Gandía. Pero les sigue acechando Ibn Ibrahim, que desde los promontorios interiores, vigila sus movimientos, en espera de un momento propicio para el ataque.
El Cid y el rey de Aragón acampan en el castillo de Bairén (hoy de San Juan), situado tres kilómetros al norte de Gandía y uno al sur de Jeresa, en un otero de cien metros de altura de las últimas estribaciones orientales del macizo de Mondúver en cuya cima a 800 metros de altura, y a un kilómetro de distancia hacia el oeste, enfrente de las posiciones cristianas, se encontraba apostado el ejército islámico.
Además de la comprometida situación que el Cid y Pedro I tenían, por la desventaja en el terreno (que obligaría al Cid a un ataque cuesta arriba) Muhammad ibn Ibrahim contaba con refuerzos navales andalusíes que desde la playa de Gandía comenzaron a arrojar flechas y saetas, al tiempo que lo hacían desde el Mondúver los arqueros y ballesteros almorávides.
La situación de los cristianos era desesperada, pero el Cid decidió, en un arranque de valor, abrirse camino, pese a la oposición del enemigo, en una carga frontal con la caballería pesada. Tras arengar a sus tropas, rompió por el centro las filas musulmanas, provocando un efecto sorpresa entre ellas que les llevó a una pronta desbandada. La huida desorganizada estimuló la persecución de los cristianos por valles y barrancos, llevando a muchos de los almorávides hasta el mar, donde perecieron ahogados intentando buscar refugio llegando a sus naves.
Con el camino franco hacia Valencia, las tropas cidiano-aragonesas llegaron sin contratiempos a la capital y aún ayudaría el Campeador a sofocar una revuelta que en el castillo de Montornés de Pedro I se había producido, despidiéndose ambos hasta la próxima ocasión. Corría el mes de febrero de 1097.
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