El año 1083 Sancho Ramírez de Aragón hostigaba la frontera del Reino taifa de Zaragoza. En febrero tomaba Ayerbe y Agüero, amenazando peligrosamente la ciudad de Huesca. En abril, se rendía Graus, cuyos muros habían contemplado hacía veinte años la muerte de su padre, Ramiro I, iniciador de la dinastía regia aragonesa. Al-Mutamán contraatacó ordenando al Cid emprender una aceifa de castigo dirigida desde la fortaleza de Monzón.
Sin embargo, la pujanza del Reino de Aragón seguía ampliando sus fronteras al sur. En 1084 caía Arguedas, que solo distaba catorce kilómetros de la populosa Tudela, y Secastilla, estrechando así el cerco cinco kilómetros más al oeste de Graus.
En tanto el Cid tenía otra misión: fortificar el castillo de Olocau del Rey, en pleno distrito de Tortosa, desde cuya base de operaciones lanzaba algaras constantes contra Morella que llegaban hasta las puertas mismas de la ciudad asolando campos y saqueando bienes. Todas estas tierras pertenecían al rey Al-Mundir al-Hayib de Lérida, que seguía en guerra contra su hermano, el rey de Zaragoza. Al-Mundir decide entonces entrevistarse con Sancho Ramírez para, coaligados, combatir la hueste de Rodrigo Díaz.
Llegan a los puertos del Maestrazgo y, en este abrupto terreno, el Campeador les vence con claridad en la batalla de Morella el 14 de agosto de 1084. Tan aplastante es la victoria que persiguió la desbandada enemiga logrando capturar un número importantísimo de nobles aragoneses, navarros, leoneses, gallegos, portugueses y castellanos, lo que muestra que había muchos más magnates que se veían sirviendo a señores ajenos a los de su reino natural. Entre los prisioneros se contaban el obispo de la diócesis ribagorzana de Roda Ramón Dalmacio, el conde Sancho Sánchez de Pamplona (nieto por línea bastarda del rey de Pamplona García III el de Nájera), su sobrino Laín Pérez, el mayordomo del rey de Aragón Blasco Garcés, los tenentes aragoneses Pepino Aznar (cortesano del rey de Aragón y señor de Alquézar), su hermano García Aznar, Íñigo Sánchez (señor de Monclús), Simón García (de Buil), Calvet de Sobrarbe, Fortún García, Sancho García de Alquézar, el conde Nuño de Portugal, Anaya Suárez de Galicia, Gudesteo González, Nuño Suárez de León, García Díaz de Castilla...
El botín debió ser fabuloso, y las fortunas cobradas por el rescate de estos ricoshombres cristianos, extraordinarias. El Cid había cobrado fama y prestigio tal que el rey de Zaragoza, acompañado de su familia, del príncipe heredero Ahmed ibn Mutamán al-Musta'in y de numerosos saraqustíes, salieron a recibir la venida del Campeador veinticinco kilómetros ribera abajo del Ebro, en Fuentes de Ebro, donde fue jaleado gozosamente por sus logros.
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