viernes, 4 de junio de 2010

El Cid falsificado VII: últimos años en Saraqusta

Gracias a las victorias del Cid sobre el conde de Barcelona, el rey de Aragón y el rey taifa de Lérida, el segundo semestre de 1084 sería de placentero disfrute en Medina Albaida Saraqusta. La corte de Al-Mutamán ultimaba los preparativos de una sonada boda: la de su hijo y heredero Ahmed ibn Mutamán al-Mustaín II con la hija del rey taifa de Valencia, Abu Bakr. El enlace, preparado con exquisito cuidado por el visir judío Ben Hasdai, se celebró en Zaragoza el 26 de enero de 1085 como una cumbre al más alto nivel de todos los reyes taifas de al-Ándalus.

El Campeador, adalid de la taifa saraqustí, sería uno de los principales invitados. Esta boda debía consolidar el protectorado que Zaragoza ejercía sobre Valencia desde las conquistas de 1076 del gran Al-Muqtadir. Pero la suerte fue aciaga: el 4 de junio moría el rey valenciano, sucediéndole su hijo Utmán, y a comienzos de 1086 se producía el deceso de Al-Mutamán, el impulsor del matrimonio. Al-Mustaín II fue entronizado como rey de Saraqusta. Por su parte, tras entrar triunfalmente en Toledo el 25 de mayo de 1085, Alfonso VI de León, por medio de la acción de uno de sus mejores capitanes, el sobrino del Cid Álvar Fáñez, colocaba en el trono valenciano al ex rey toledano Al-Qadir y arrebataba a Zaragoza el dominio sobre Valencia.

En la primavera de 1086 el mismo Alfonso VI sitiaba Zaragoza con la intención de cobrarle parias al rey Al-Mustaín II. El asedio se prolongaba en el verano de este año. La situación empezaba a ser preocupante: si también la Ciudad Blanca caía, Alfonso VI enseñorearía por completo las tierras de España. Y aquí viene el gran interrogante ¿qué hizo Rodrigo? No consta ninguna acción suya en este delicado trance. Debería disponerse a defender Saraqusta, pero no hay ni rastro de su proceder. La tensión se resolvió finalmente debido a que el rey taifa de Sevilla, Al-Mutamid, se decidió al fin, tras la decisiva pérdida de Toledo, a solicitar el auxilio de los nuevos defensores de la ortodoxia islámica: los almorávides, que, cruzando el estrecho, avanzaron hacia el norte a través de la Taifa de Badajoz. Alfonso VI se apresuró a interceptar a los africanos en Sagrajas, siendo estrepitosamente derrotado.

La posición del Cid en Zaragoza era incómoda. Muchos zaragozanos, enfervorizados por la llegada al rescate de al-Ándalus de la nueva ŷihād almoravid, albergarían muchos recelos ante la jefatura del castellano en el ejército musulmán. Por otro lado, y tras la reconciliación de Rodrigo Díaz con Alfonso VI a raíz de la catástrofe de Rueda de Jalón, ya referida en un capítulo anterior de esta serie, el rey castellanoleonés pudo haber hecho al Campeador una oferta irrechazable, porque necesitaba a un líder de valía en su ejército, ahora que se enfrentaba a tan temible enemigo en la figura del emir Yusuf ibn Tasufín. En efecto, tras nueve meses al servicio del rey Al-Mustaín II, Rodrigo recibía de Alfonso VI las tenencias u honores detraídas en 1081, y quizá algunas más: se le restituían o concedían los alfoces de Iguña (en la cuenca del Besaya), Ibia, Langa de Duero, Dueñas, Ordejón, Briviesca...

Lo cierto es que entre el 18 de diciembre de 1086 y el fin de ese año el Cid se encuentra en Toledo con Alfonso VI de León y de Castilla, y regresa a su estatus de magnate en la corte leonesa. Rodrigo Díaz el Campeador despedía así cinco años largos de paladín de los reyes musulmanes zaragocíes.

2 comentarios:

  1. Que buen vasallo... para el señor de turno.

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  2. Y el biblio más valiente ¡qué buen señor si hubiese buenos editores!

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